miércoles, 17 de octubre de 2007

El Padre Castellani

Por Celta

Era cura.

Y curaba.

El Padre Castellani fue un bicho raro.

De esos que da gusto recordar.

Fue un Cura loco, escribió su biografía en una novela.

Donde el protagonista estaba mas cuerdo que el autor.

No era difícil.

Su Santa Fe natal lo vio crecer enfermo.

Enfermedad que curó su alma y las nuestras.

Por que fue uno de los rezagos del pecado original que lo convenció de su realidad espiritual.

Y el hombre se hizo Cura.

En Roma hizo un buen papel.

Y sacó una nota que se pone cada varios siglos.

Entre tres y cuatro, aproximadamente.

No se llevó bien con la Compañía.

¡ Hay Jesús que compañía...!

Decía tristemente, y se comparaba con un pato.

Y fue castigado por no entender poco.

Y, en el durante, entendió el recuerdo de su padre.

Asesinado mientras contaba realidades.

Si entregaba su vida, por que no su alma.

Y la penitencia se la levantaron como nunca debió haber sido.

Y justamente el que menos pensaba.

Por lo menos yo.

Vio, como ninguno, al mundo moderno.

Y le sobraba un ojo.

Por que entendía.

Como nunca “Domine ut videam”.

Criticó al mundo moderno

Y ni el cáncer de lengua lo paró.

Y mientras el medico le incrustaba agujas radioactivas,

Él se preocupaba por los efectos colaterales que podrían tener...

!!!sobre la salud del médico!!!.

Cosas vederes.

Reescribió el Quijote.

Por que Él, de quijotes, sabía mucho.

Y en el cielo Cervantes comentaba, orgulloso, que la idea primigenia había sido suya.

Y nadie le creía.

Por que el quijote no era el quijote.

Era Sancho.

El representante del sentido común sobre la tierra.

El que vino para que la cordura no fuera artículo de lujo.

En esta vida de retazos.

Y el sentido común lo llevó a hablar con judíos locos.

Como él.

Y hablaba de teología.

Y bien.

Tuvo un celebre almuerzo.

Con un remedo de Sancho.

Y fue el único que pidió por un amigo.

Mientras “los amigos” se callaban oportunamente.

Y, ahora, ellos son héroes.

Pero no mucho.

Y solo entre ellos.

Y se murió de obligación.

Por que si después del topetazo seguía hablando, todos, pero todos, nos íbamos a dar cuenta que el ángel que había bajado no era tan vengador.

Que su espada no era flamígera.

O que faltaba otro.

El definitivo.

Celta